La pintura china I
La pintura china tiene una historia tan larga como la de su propia cultura, ya que se aprecian restos de pinturas en fragmentos de cerámica neolítica descubiertos en diversos puntos del país.
En la dinastía Zhou (1100-221 a.C.) los pintores empiezan a utilizar la seda como soporte. A comienzos de nuestra Era, durante la dinastía Han, los artistas se dedican principalmente a la ornamentación de los palacios imperiales.
Después de la época caótica que siguió la caída de la dinastía Han, en el año 220, los trabajos artísticos se centran en la elaboración de las pinturas murales que diseminan las enseñanzas del budismo y que alcanzan su esplendor durante la dinastía Tang.
Muchas de éstas pinturas han llegado hasta nuestros días y destacan por su extensión y perfección las de las Grutas de Dunhuang.
Durante la dinastía Tang la pintura china adquiere las características que , en lo básico, permanecerán inmutables hasta nuyestros días.
Se crean dos géneros independientes: la pintura de paisajes y la pintura de flores y pájaros -siglos después se añadirá la pintura de retratos- y surgen dos escuelas de pintores que han legado hasta el presente.
Una es la pintura gongbi, con un estilo realista y meticuloso que presta gran atención a los detalles, y la otra es la pintura xieyi, o de pinceladas más libres, que se convertirá en la expresión favorita de los pintores de los siglos posteriores.
Entre las características más importantes de la pintura china, que la diferencian claramente de la occidental, están:
- La utilización de la perspectiva con múltiples puntos focales, con lo que escenas que suceden a diferentes distancias se nos presentan con igual nitidez.
- Importancia de las líneas , y con ellas de los contornos, las sombras.
- Un alejamiento radical de todo intento de representar lo real, basándose, por el contrario, en la expresión de los sentimientos poéticos que esa realidad evoca en el artista.
- Utilización de diferentes tonos de negro para dar vida al objeto retratado.
- Adición de una pequeña escritura y un sello, como firma del autor, y también de la propiedad del dibujo, que complementan la obra de arte.
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