Falun Gong, la represión de una cultura
Falun Gong es una práctica espiritual con ciertas creencias afines al taoísmo y al budismo, que propugna la mejora del cuerpo, la mente y el espíritu del practicante.
Pero además, es un movimiento que, aunque apolítico, ha alcanzado tal magnitud y organización que ha causado alarma entre las autoridades chinas que tratan de contenerlo con severas represiones.
Falun Gong saltó a la luz pública en 1992 gracias a los esfuerzos de Li Hongzhi y se propagó rápidamente por China y el resto del mundo. Durante siete años creció controlado por el Partido Comunista Chino.
En 1998 una emisora de televisión estatal de Shangai declaró que contaba con unos setenta o cien millones de afiliados solo en China.
Pero el Gobierno y el partido comenzado a preocuparse cuando en abril de 1999 diez mil miembros de Falun Gong se reunieron pacíficamente en Pekín sin previo aviso e hicieron una sentada de protesta contra supuestos malos tratos a sus compañeros por parte de la policía.
Meses después el gobierno comenzó un programa de ámbito nacional para su supresión, a través de campañas en los medios de comunicación lo que creó no pocas dificultades, ya que muchos miles de miembros del partido se habían afiliado a Falun Gong.
Realmente la desconfianza del partido no es tanto por el idealismo como por la envergadura de un movimiento tan disciplinado, potencialmente peligroso para la hegemonía del partido.
Este recelo cobra mayor relieve por el hecho de que, además, la sociedad china está experimentando cambios culturales perjudiciales para el Partido por efecto del proceso de modernización.
De hecho, no existen indicios de que Falun Gong tenga ambiciones políticas, pero eso no ha impedido que la policía adopte medidas muy severas contra sus miembros, con penas de cárcel, palizas, torturas e incluso ejecuciones.
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