El tiempo chino
La mentalidad de un chino respecto al tiempo, en la tradición es muy diferente a la de un europeo o un americano.
Para un occidental, el tiempo es lineal: el tiempo perdido no se recupera nunca y percibimos nuestra vida como una cuenta atrás que termina definitivamente el día de nuestra muerte. Esta visión del tiempo queda perfectamente simbolizada en el reloj de arena que se vacía a medida que el tiempo pasa.
Para un chino, el tiempo es cíclico: el tiempo regresa, del mismo modo que los días suceden a las noches y al igual que retornan las estaciones . En China, el tiempo no se pierde, porque un “momento determinado” acaba siempre regresando.
Será el budismo, además, quien mejor teorice esta concepción cíclica de las cosas, aplicándola, sobre todo, a los seres vivos, que están llamados a renacer después de la muerte.
Los chinos, además, no han sentido nunca la necesidad de establecer una cronología universal para contabilizar el tiempo desde los orígenes, sino que a la muerte de cada emperador, se coloca su tablilla funeraria en el Templo de los Antepasados y se retira la de su quinto antepasado.
De nuevo una sensación de ciclo: igual que se pasa de una estación a otra, se pasa de un estado fisico a otro, de manera progresiva y sin solución de continuidad.
Como calendario, se utilizaba uno de tipo astrológico, considerado sagrado, que ponía en relación las estaciones, los meses, los días y las horas con los Cinco Elementos.
Una guía escrupulosamente codificada de la vida cotidiana, que reproduce puntualizaciones con los días propicios para hacer cualquier tipo de acciones, desde una unión matrimonial hasta la confección de un traje.
También, el año en curso se designa a través de uno de doce animales, que son, por orden: la rata, el buey, el tigre, la liebre, el dragón, la serpiente, el caballo, el carnero, el mono, el gallo, el perro y el cerdo.
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